LUEGO (lo que quieren las mujeres)
AUTORA: Juana de Dios Peragón Roca.
Torredelcampo (Jaén).
TÍTULO: LUEGO (lo que quieren las mujeres)
Yo también, mi amor, quiero descender a la cima de mi espíritu oyendo esa nueva y magnífica grabación que la Wiener Philharmoniker ha hecho de las cantatas de Bach. Iba a hacerlo esta tarde, cuando el mundo parecía ausente y la ocasión única, justo iba a hacerlo y no pude dejar de recordar ese faldoncito que nuestra bebé iba a necesitar dentro de un rato. Si no estaba a punto, la bebé iría no muy limpia a su paseo cotidiano, y necesario. Ni se puede-ni se debe-escuchar a Bach mientras se suda al ritmo de las vaharadas de vapor que exhala una plancha. Luego.
Porque quiero ser exquisita, y sé que puedo serlo. Como sé, pues lo aprendí en las maravillosas novelas francesas del siglo XIX, que es vulgar en una mujer el andar quejándose continuamente de lo que no tiene remedio: la infancia desvalida, el polvo por los rincones, la ropa sucia que se empeña en amontonarse camino de la lavadora, las compras inaplazables, la continua relegación de los deseos imperiosos para luego…
Y qué tendrá todo esto que ver con Bach, o con un paseo acharolado por Saint Germain des Près buscando un café donde refugiarnos para leer con las cabezas muy juntas aquel poema retocado una y mil veces de Rilke… el poeta refugiado del mundo en algún lugar de Andalucía, en algún castillo junto al Rhin, exonerado de lo cotidiano y consagrado a la excelencia.
Protegido por sus admiradoras, las pobres mujeres que también llevan un mundo dentro y que aún no conocen a la musa rescatadora. ¡Ah!
Ahora que terminé el planchado-Bach espera agazapado detrás de un tupido”luego”-iré a embadurnar mi cara con espesa capa de crema y con la esperanza de ver reflejado en el espejo y en tu mirada aprobadora mi verdadero rostro. Que no es este que conforman mis ojos pequeños de ahora, mi nariz aquilina de ahora, mi frente abultada e irregular de ahora, mis mejillas prematuramente fláccidas; mi verdadero rostro, por el que me desespero pues sospecho que nadie puede verlo excepto yo en mis más brillantes momentos de optimismo, realmente es el que me promete el prospecto de mi crema.
Alquimia de los deseos. Éntrate amor conmigo a este mundo virtual que me resulta a veces desierto. Porque, sí, cariño, cuando me paro a pensarlo despacio, mientras Bach se aleja definitivamente en una de sus típicas fugas, este mundo fácil de mujer conformada llega a desesperarme. Sólo un rato, no te amohínes. Luego, a la cena, ya habré camuflado mi desazón y tendrás la mesa puesta tal y como te gusta.
Eso sí, luego, para mi cumpleaños, en vez de perlas, flores o un santuario te voy a pedir tan sólo que te eches a un lado. Descubrirás entonces cómo yo hago también una hermosa sombra, tan infinita como la tuya cuando el sol se retira en su ocaso.